 
Publicado en: Teatro escogido de Ricardo López Aranda.
Madrid, Asociación de Autores de Teatro, 1998, 2 vols.
“Ya van siete”, me decía. “Ya serán menos”, le contestaba yo; “para mí, que te pones infartos”. Entre las numerosas presunciones de las que los humanos solemos gozarnos, él había escogido la de sus infartos; presumía de ellos, alardeaba de esa suerte o de esa obstinación con la que solía burlar a la muerte cuando ésta le requería. Entre divertido y asustado, nos daba cuenta de ese último conflicto, de ese último drama que cada cual escribe a su manera, por más que a todos nos acabe igualando el desenlace. Ya de mano de dramaturgo anónimo, la Dança General, primera piedra del teatro europeo, se hacía esta consideración en términos escénicos; formulación a la que yo añadiría que, si bien la muerte nos iguala en el no ser, tal realidad jamás prevalecerá sobre la realidad de lo que fuimos, y por mucho que nuestra identidad se diluya con el tiempo, nuestros hechos, aunque anónimos, continuarán transitando por las memorias de quienes continúen empleados en la vida.
Conocí a Ricardo en la puerta de artistas del Teatro María Guerrero. Se representaba su obra Cerca de las estrellas (en el sesenta, creo), y yo, algo más joven que él, fui a saludarle con el respeto que la obra y el marco se merecían; que siempre me gustó sentirme dentro de una cadena, recibiendo y entregando el testigo; por más que, como en este caso, el que me precedía sólo caminara unos años por delante. Luego nos vimos poco, que la escritura es solitaria, si bien nos fuimos siguiendo por libros y estrenos (conocedores ambos de la dureza del oficio) hasta que, en los últimos años, al propiciarse a través de la Asociación una relación gremial más intensa, tuve la oportunidad de tratarle y alentarle con mis bromas en esa batalla perdida que él ganaba con tanto ahínco.
De tal manera, y contando su muerte como un infarto más y no el definitivo, sus compañeros nos propusimos evitar la actitud necrológica y, tratando de estar a la altura de su actitud vital, publicamos este libro desde cuyas páginas Ricardo seguirá burlando a la enemiga.
Jesús Campos García. |
