Publicado en: 25 anys de Premi Born de Teatre, Ed. Societat Cultural Cercle Artístic de Ciutadella de Menorca, 1995, págs. 47-48.
Me resulta difícil precisar en qué medida los premios han influido en mi trayectoria profesional. No cuestiono con esto su importancia y mucho menos su conveniencia; todo lo contrario, el premio es un estímulo valiosísimo sin cuya existencia la historia del teatro español contemporáneo no sería la misma.
Cuando, fustigado por la censura, el teatro dio la espalda al autor español -entre otras razones porque sus textos reflejaban la realidad que el poder pretendía ocultar- desde diversas instituciones, y por grupos de personas con vocación de francotiradores, se convocaron una serie de premios, que de inmediato se convirtieron el válvulas de escape por las que salieron a la luz las obras de quienes sufrimos la represión.
El premio entonces, a falta de escenario y de edición, se convertía así en la prueba que testificaba la existencia de un teatro crítico y comprometido, de un teatro de interés cultural que nada tenía que ver con los subproductos que se ofertaban en la cartelera. Ya sólo por esto su existencia fue vital para el conjunto de la autoría española.
Tras la Transición política la función del premio es menos angustiosa, menos radical, pero igualmente necesaria. El teatro, traumatizado tras medio siglo de represión, aún no ha sabido normalizar la presencia de los autores españoles en los escenarios. Y los premios, de forma constante, continúan evidenciando la existencia de un teatro subterráneo que finalmente acabará por aflorar.
Para que esto sea posible son muchos los certámenes que incluyen la edición del texto entre los beneficios que conceden (también las ayudas para su estreno, aunque éstos sean los menos). Tal vez ahí esté el futuro de los premios; y en este sentido quisiera hacer un llamamiento a las entidades convocantes para que, salvando las complejidades técnicas y económicas que todo estreno conlleva, culminen su labor subiendo la obra premiada a los escenarios.
Personalmente, con diez premios a las espaldas, por fuerza he de considerarme parte interesada y, en consecuencia, sentirme cohibido a la hora de valorar un sistema que me ha tratado tan generosamente. De ahí mis reparos iniciales, pudores que me impiden hacer referencia a los beneficios que los premios hayan podido reportarme, no así mostrar mi agradecimiento a los jurados que apoyaron y respaldaron mi trabajo.
Entre los galardones que obtuve, es de justicia destacar el Premio Borne que convoca el Cercle Artístic, Sociedad Cultural de la Ciutadella de Menorca, el cual por su antigüedad, por su trayectoria y sobre todo por su independencia, es uno de los más valorados por el conjunto de la autoría. Me cabe además el honor de haberlo recibido por partida doble: en 1973 por La lluvia, y en 1988 por De la realidad contemporánea, obra que posteriormente fue estrenada con el título Entrando en calor. Vayan pues, por partida doble, tanto mi agradecimiento como mis parabienes, por estos primeros veinte años de convocatoria.
Jesús Campos García |