El lunes 11 presentamos mi novela Mundo Cruel en la sede de la SGAE, y el martes tenía previsto publicar en las redes mi agradecimiento a quienes me acompañaron en la presentación y en la lectura, así como a los muchos amigos que asistieron al acto: agradecimiento que pongo aquí de manifiesto. Pero es que ese día tuve que ir a un reconocimiento médico cerca de la sede del Partido Socialista y tuve un encuentro que me impactó sobremanera hasta el extremo de no saber qué hacer.
Todos hemos visto en los telediarios los enfrentamientos de la Policía con los grupos de ultras que pretenden asaltar la sede del Partido, pero desconocemos (al menos yo desconocía) los prolegómenos del intento de asalto, mucho más alucinantes que el asalto en sí: en la escalinata que da acceso a una iglesia próxima, un sacerdote (o alguien que hablaba como si lo fuera), micrófono en mano, pedía los asistentes que, de rodillas, rogaran a la Virgen de Guadalupe, que tanto había ayudado a Felipe II en la Batalla de Lepanto en nuestra lucha contra el Islam, a que salvara a España del Maligno. No daba crédito. El panorama que describía era demoledor, si bien no todo estaba perdido, porque muchas comunidades hispanoamericanas estaban rezando para que España no se rompiera.
Yo, que me precio de haber escrito una novela en la que pongo la lupa sobre las muchas aberraciones que aceptamos con naturalidad, me vi tan superado por la realidad que no acertaba a ver las conexiones que había entre los escrito y lo que veía, por más que estaba seguro de que las había.
El primer impulso fue hacer un comentario satírico (materia había), pero se les veía tan convencidos, tan entregados a la causa, que se me hacía duro reírme de quienes se esforzaban por salvarnos del Mal. Y esa era, ahí estaba la conexión con la novela, donde también abundan los salvadores que quieren cambiar el mundo. Que no hay nada más peligroso que un salvador convencido.
Preocupante, de verdad, preocupante. Lo único esperanzador es que, como suele decirse para indicar la irrelevancia, es que eran cuatro y el del tambor. En este caso, cuatro y el del micrófono.
0 comentarios