Ayer, compañeros y amigos estuvimos recordando a Fermín Cabal. Sus antiguos alumnos, Yolanda García Serrano, Ernesto Caballero, David Planell, Ignacio del Moral, Paloma Pedrero, Antonio Onetti y Alfonso Plou leyeron su obra “Castillos en el aire”, en la que se mostraba el desencanto que generó la corrupción generalizada que afloró a principios de los 90.
Posteriormente, en el coloquio que abrieron Julio Bravo, Cristina Santolaria, Yolanda Pallín y Carmen Márquez, y en el que intervinimos Juan Margallo, Sanchis Sinisterra, Ernesto Caballero y yo mismo, entre otros, se puso de manifiesto cómo tras el estreno de esta obra en el Teatro de la Abadía se truncó su trayectoria. En mi opinión, porque entró en la lista negra, esa lista que nadie escribe pero que, los que están el poder, se transmiten por telepatía.
A la noche, ya en casa, la casualidad hizo que viera un documental sobre Aníbal González Álvarez-Ossorio, arquitecto que diseñó el recinto de la Feria Iberoamericana de Sevilla, cuya obra más emblemática es La Plaza de España (está en Movistar Plus). Supe así (no lo sabía) que fue postergado antes de que acabaran las obras y que a su muerte arrastraba graves problemas económicos. Su entierro, multitudinario, bloqueó la ciudad de Sevilla. Una de las intervinientes en el documental sentenciaba: “En España se entierra muy bien, pero se olvida mejor”. Diagnóstico que me pareció muy acertado, aunque aún está por ver si hay tratamiento para esta enfermedad endémica que padece la sociedad española y que nos afecta en todos los tiempos, en todos los lugares y en todos los gremios.