¿Qué es más lógico, peinarse frente al espejo o frente al cristalero? Pues en cultura hay quien se empeña en que saludemos al poeta, estrechemos la mano del escultor, o admiremos el entrecejo del filósofo, en vez de propiciar que conozcamos sus obras; de ahí tanto “encuentro con…”, tanta mesa redonda, y tanto bolo cultural. A finales de los 80, viendo que tal aberración iba en aumento, imaginé una distopía que posteriormente incorporé a mi novela “Mundo cruel”. La idea era montar una cadena de puticlubs en la que se pudiera alternar con intelectuales y artistas. Vincular la cultura con la hostelería está entre los sueños lúbricos de muchos de nuestros dignatarios. Lo malo de las distopías es que a veces se cumplen: Paradores Nacionales lleva ya unos años organizando “encuentros” como reclamo de su actividad hostelera con el auspicio de entidades muy prestigiosas: A/CE, CEDRO, RNE, o el Instituto Cervantes; por lo que la buena intención no se cuestiona. Y que no es que esté en contra: yo mismo iría si me invitaran, que estos estriptis se pagan muy bien.
Pero volviendo a la novela, que me voy por las ramas, quería contaros que a Negocios Peculiares le fue muy fácil hacerse con los puticlub; el sida hacía estragos y la prostitución no pasaba por su mejor momento.
“En realidad, lo único que hubo que cambiar fueron los rótulos luminosos: «La gatita mimosa», «Amazonas calientes», «Las conejitas», «Amor prohibido», «Apasionada», «Venus ardiente» o «Las Pitufas» dejaron de parpadear en carreteras y barrios ad hoc, y en su lugar nuevos rótulos de neón continuaron convocando al personal con reclamos más acordes con la nueva actividad: «El lenguaje figurado», «Volumen y textura», «La videoinstalación del yo», «Filosofía del diseño», «El no lugar», «Poética contractual», «El posdrama visual» o «Veladas dodecafónicas», en las zonas más céntricas, y «Fotonovela», «Estatuas de mármol», «Las musas», «Paisajes y bodegones», «La canción española», «Cine de barrio», o «Poesía eres tú», en extrarradio y carreteras”.
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