Anoche (y hoy repite) en el patio del Instituto San Isidro de Madrid, Pedro Víllora nos dio una lección magistral de chulapería (“La vida chulapa” se llama el espectáculo) con Olga María Ramos haciendo las prácticas: que las bordó. Y yo me pregunto: ¿dos días solo? Llenos, sí, hasta la bandera; pero que se me hace poco. ¿Qué les pasa a los madrileños con su casticismo? ¿O es que de tanto ser rompeolas de las Españas se diluyeron entre tanta marejada? Hay en la chulería un dominio del tiempo, un dibujo de las situaciones, un saber estar, que no se corresponde con la baja autoestima que padece. Cada pueblo debe defender su folclore, sin importarle si en el pasado, en el presente o en el futuro, alguien se lo apropió, se lo apropia o se lo quiere apropiar. Hay que defender lo que es de todos (razón por lo que no puede ser de nadie), no vaya a ser que esa baldosa en la que se baila el chotis también se la vendan a un fondo de inversión.
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