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Bibliografía sobre ... y la casa crecía |
Edición
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CAMPOS GARCÍA, Jesús, ... y la casa crecía
Madrid, Centro Dramático Nacional, 2016.
Col. Autores en el Centro, 31.
Con Introducción de Alberto Fernández Torres: "Experimentando el desorden", págs. 9-16.
Incluye fotos de Marcos G. Punto.
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Cuaderno pedagógico
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Incluye: "Introducción", "Entrevista con el autor y director Jesús Campos García", "La escenografía", "Un glosario cuya lectura no es imprescindible", por A. Fernández Torres, "El vestuario", por María Luisa Engel, y Bibliografía.
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Entrevistas |
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... estamos limpiando un mundo, estamos manteniendo un mundo, que no es de nuestro beneficio, que es del beneficio de otros. Y estamos trabajando y pagando impuestos para mantener un nivel en el mundo que nosotros no necesitamos.
Podríamos vivir mejor en una sociedad con menos trenes AVE, con menos autopistas, pero con otra coherencia respecto a la producción y en cuanto a nuestra felicidad. ¿Es que la única forma de que la gente coma consiste en que alguien se haga rico?
Esa es la reflexión que de alguna manera me gustaría que el público se planteara tras ver la obra. Pero estas cosas las estoy diciendo aquí. En la función no se mencionan. En la obra cuento una historia y posteriormente creo un disparate.
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Críticas |
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...y la casa crecía es una alegoría de la burbuja crediticia de nuestro tiempo. Aquello de: “querría un préstamo de 30.000 euros para comprar una casa”, y acabamos suscribiendo, por iniciativa del prestamista, un contrato de hipoteca por importe de 40.000, por si acaso queremos también adquirir un coche.
Según Jesús Campos García, autor, director y escenógrafo de la obra, se trata de una “comedia de lo absurdo, disparatada, crítica, alegórica y algo financiera”. Sin embargo, si bien nos traslada en ocasiones a Cuatro corazones con freno y marcha atrás, de Jardiel Poncela, por la sátira burguesa, alterna con puestas en escena dramáticas dignas de la narrativa escultórica de Bernini.
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Una comedia costumbrista en la mejor tradición del género, en la de Jardiel, Mihura y muchos otros que reflejaron la sociedad española poniéndole distancia a base de esa medicina que va del humor a la ironía y contiene empatía y tolerancia.
El Centro Dramático Nacional pose a su disposición el María Guerrero en una ambiciosa producción que junta reflexión crítica con diversión, buenos apuntes de la realidad con sano entretenimiento.
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Comedia con ecos de Jardiel y el primer Mihura, parábola crítica sobre los peligros del desorbitado crecimiento económico, farsa social sobre la realidad y las apariencias, fábula costumbrista sobre las ambiciones convertidas en condena, surreal desparrame que mezcla ecos de Ionesco y misterios sacros… «Y la casa crecía» baraja todo a ese torrente de referencias en progresivo crescendo.
Una vistosa escenografía a todo lujo salida también de su magín, transitando del humor costumbrista codornicesco a la ironía surrealista y desembocando en el disparate sarcástico.
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El autor expone con toda crudeza todo el montaje del sistema capitalista liberal basándose en la experiencia de la burbuja inmobiliaria y en las nuevas tecnologías.
Hay que decir que Campos García no ha escrito, por suerte, una obra didáctica, está muy alejado de las tesis brechtianas, sino que, afecto a la farsa, como buen seguidor de la tradición crítica española, la sombra de Valle Inclán es alargada, le ha dado más por incidir en las locuras surreales de un Jardiel Poncela, con el que mantiene ciertos lazos en común, mezcladas con aires de sermón a lo Calderón de la Barca, que es el modo en que finaliza la obra.
Y es que hay que decir que Y la casa crecía, es una obra hilarante, sí, pero también un apasionado experimento de lo que puede dar de sí una concepción mestiza del arte.
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Se trata de una de las funciones más originales de la temporada, con una carga muy plausible de medios técnicos y voluntad de protesta, en un contexto de creatividad teatral.
Muchos compromisos puestos en juego y contando con un reparto de fábula en el que conviven veteranos ilustres como la siempre espléndida Ana Marzoa o el eterno actor de carácter Miguel Palenzuela con un elenco variopinto del que destaca ampliamente la flexibilidad y sentido del humor de Juan Carlos Talavera, y el gran Luis Hostalot que se reserva una impactante sorpresa final. Una aparición breve para un gran actor que imprime a toda la función una riqueza realmente inesperada para aquellos espectadores que se atrevan a acercarse al teatro sin prejuicios y con los menores conocimientos posibles. Todos vírgenes, mientras la casa crece y crece y crece… y nos devora entre carcajadas angustiosas.
Un acierto espectacular e insólito en la programación del Centro Dramático Nacional.
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Lo que Campos García ha hecho como escenógrafo es de caerse de espaldas (iba a decir “titánico” pero me ha dado apuro). El efecto que produce ver lo que vemos y cómo lo vemos, la sorpresa que supone comprobar como lo que al principio parece perfecto y equilibrado va expandiéndose igualito que el universo hasta lo infame y lo grotesco… Uff, a eso le llamo yo carpintería teatral. Lo que puede conseguir este montaje con el espacio y los objetos… Abrumador, en una palabra.
Magnífico Miguel Palenzuela y geniales sus tímidas apariciones, así como ese actorazo que pasa de la tragedia a la guasa como nadie que es Fernando Albizu. ¿Y Marilyn Torres? Como en todas las comedias clásicas tarda en aparecer el personaje que pone la guinda al postre, pero cuando lo hace ya no quieres que se vaya. (...) Y Luis Hostalot, estupendo en un papel del que no voy a decir nada porque no quiero arruinar uno de los mejores golpes de efecto de la función.
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“No doy crédito”, cavila hoy cualquier abuelo al ver que sus nietos se hipotecan a 35 años para comprar un piso equivalente al que él pagó en la década de los setenta con dos años de su salario de obrero. En …y la casa crecía, Jesús Campos crea una expresiva alegoría de la burbuja inmobiliaria y crediticia de principios del siglo XXI (y de la expansión desordenada del sistema financiero), a través de una mansión cuyas habitaciones y enseres se van multiplicando hasta obligar a sus inquilinos a consagrarse a mantenerla limpia y en orden.
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Grandiosa. La puesta en escena del montaje es espectacular y queda aún más realzada por una magnífica iluminación de Juan Gómez‐Cornejo. La casa, en efecto, va creciendo en cada acto, las columnas se estiran, el número de habitaciones va aumentando, de 17 iniciales pasa a 30... Se va llenando cada vez con más y más cuadros, esculturas, porcelanas, imágenes de pasos de procesiones (entre ellos, un Calvario), animales (jirafas, elefantes, cocodrilos) y, finalmente, hasta un cargamento de armas y un alijo de drogas... Las complicaciones crecen también para la pareja, al mismo tiempo que los muros y los múltiples enseres de la casa (“A veces sueño con un apartamento”, dice Isabel).
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Crónicas y reportajes |
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Una metáfora real y física, puesto que la casa crece físicamente en el escenario y, al mismo tiempo, una alegoría al sistema financiero y a su crecimiento desproporcionado. Crecer sin control puede ser cancerígeno y así lo ha hecho el mundo del dinero. Pero todo esto no está explicado directamente –‘‘yo no escribo artículos’’–, sino que evoca por el territorio emocional lo que tiene de perverso. No se puede crecer infinitamente, cada cierto tiempo hay que destruir –usando las guerras– para luego recuperar reconstruyendo. Lo hacen aquéllos que piensan que el mundo es suyo y lo tienen organizado para su beneficio. (Continuar leyendo).
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Jesús Campos García es uno de los dramaturgos españoles importantes de la segunda mitad del siglo XX. Y hace 40 años que no se subía con un texto suyo al María Guerrero. La última vez que lo hizo fue allá por 1976 con 7000 gallinas y un camello, un gran texto que fue galardonado con el Premio Lope de Vega. 40 años son demasiados para alguien como Jesús Campos que tiene tanto que ofrecer.
Y ahora por fin regresa a este gran templo teatral con un texto suyo, dirigido por él y para el que ha diseñado el espacio escénico. Jesús Campos en plenitud, como siempre ha hecho. Y sin perder un ápice de su vis cómica, de su crítica satírica, de sus diálogos disparatados y de su alegoría de la realidad en escenas divertidas y aparentemente absurdas, pero que ponen el dedo en la llaga. (Continuar leyendo).
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La crítica al crecimiento que llega "al absurdo" es el mensaje subyacente a ... y la casa crecía, una comedia de Jesús Campos con principio "jardielista" y final "calderoniano", que estrena mañana el Centro Dramático Nacional (CDN) en el teatro María Guerrero.
'La obra empieza jardielista y acaba calderoniana porque empieza con un caso personal y termina con una concepción absolutamente global', ha explicado el autor y director en la presentación de este espectáculo (Continuar leyendo).
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...y la casa crecía lleva a cabo una metáfora de la crisis económica y de cómo ha afectado a las familias españolas, al presentar una casa que crece sin control y sin sentido que convierte a sus ocupantes en sufridas víctimas. [...]
'Podría calificar la obra como una comedia del absurdo, disparatada, crítica, alegórica y algo financiera. ...y la casa crecía pretende mostrar una realidad risueña y distendida, a través de la cual iremos vislumbrando cómo tras esa visión del mundo hay otra menos grata', ha subrayado el dramaturgo. (Continuar leyendo).
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La pieza tiene mucho que ver con la realidad de hoy en día. “Hay quien la utiliza para reafirmarse, argumentando a favor de lo que ya tenía pensado de antemano, o quien juega con ella a riesgo de contradecirse”, señala el dramaturgo. ...y la casa crecía habla de los excesos, del crecimiento económico sin control, de los pobres, de los ricos, de las guerras. En definitiva, de todo aquello que está próximo a nosotros, que nos afecta directamente pero que tratamos de obviar. (Continuar leyendo).
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